Lucía Di Lammermoor
Hoy tuve el placer
de asistir al Teatro Municipal de Caracas Alfredo Sadel donde la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de
Ayacucho presentaba Lucía Di Lammermoor, de Gaetano Donizetti. La experiencia
fue maravillosa desde mucho antes de llegar al teatro, realmente si tuviese que
definirla con una palabra diría que fue un VIAJE. Todos los preparativos para
estar a la hora, en el sitio indicado… porque esta vez no iría directo al
teatro, la Orquesta organizó un servicio de transporte que nos recogería en un
centro comercial del este de la ciudad. Debo reconocer que fue toda una
novedad: eran autobuses limpios, aromatizados y con aire acondicionado. Además
contábamos con un guía que, de camino, nos habló acerca de la historia del Teatro Municipal y de la pieza que estábamos por disfrutar. Atravesamos la ciudad así, y
mientras veía por la ventana como las calles se iban volviendo más sucias y
descuidadas, la gente más pobre y maltratada mientras yo iba en mi
autobús con aire acondicionado me sentí como si hubiese contratado un tour en
una ciudad apenas conocida, sí, el centro de Caracas se me había hecho ya tan
extraño que para visitarlo me había convertido en turista dentro de mi propia
ciudad.
Mi propia ciudad...
De aire están hechas las palabras pero, me sentí privilegiada no solo de poder
ir a la ópera sino de estar aquí, en Caracas. Todos en el autobús hablábamos de
eso, de lo pujante que alguna vez fue la sultana de El Ávila, de cómo estaba a
la vanguardia de todo en Latinoamérica y de las grandes figuras que hicieron de
ella su hogar. Esas figuras a quienes Caracas cobijó como me cobijó a mí. No
pude, en verdad no pude dejar de pensar en eso.
Ayer volví a casa
energizada, reconciliada con la ciudad.
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